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Javier Paniagua, educador social: ‘El futuro se construye en comunidad’

El medio digital La Circular, publica, el 8 de octubre de 2025, una entrevista a Javier Paniagua, Educador Social, tras la ponencia «Conectando Educación Social y territorio para un medio rural vivo», en los actos organizados por el Colegio Oficial de la Educación Social de Castilla-La Mancha (CESCLM)  con motivo del Día Internacional de la Educación Social.

 


El educador social Javier Paniagua trabaja en el Grupo de Acción Local Campos y Torozos desde 2005 y, desde 2015, como gerente. A lo largo de estas dos décadas ha demostrado que el medio rural no es una reliquia ni una postal, sino un espacio lleno de vida, de comunidad y de futuro.


 

«La amplitud del horizonte en Tierra de Campos engaña. Detrás de ese silencio aparente late la vida de quienes siguen cultivando la tierra y el porvenir, preservando los vínculos y la memoria. Javier Paniagua regresó al pueblo sin haberlo planeado, recorriendo el camino contrario al de sus abuelos, que se marcharon convencidos de que allí no había futuro. Lleva más de veinte años demostrando lo contrario.

Desde la Tierra de Campos vallisoletana, liderando el Grupo de Acción Local Campos y Torozos, con sede en Medina de Rioseco, ha hecho del territorio su biografía y de su formación en Educación Social una manera de interpretar el entorno, impulsando proyectos donde lo pedagógico adquiere un papel clave. “El futuro, explica, ha sido caprichoso. Me colocó justo donde mis abuelos no veían esperanza ni futuro. Y aquí estoy yo, intentando construirlo.”

A principios de los noventa, Paniagua inició su trayectoria profesional en organizaciones dedicadas a la educación en el tiempo libre, la cooperación y la participación social. Su paso por América Latina, en Chile, Argentina, Cuba, Honduras o Guatemala, le ofreció un aprendizaje que hoy considera brújula: “La comunidad siempre aparece como respuesta frente a la crisis. Lo aprendí allí, en los barrios, y lo apliqué después aquí, en los pueblos.”

Cuando en 2005 se incorporó a la Asociación Colectivo para el Desarrollo Rural de Tierra de Campos, lo hizo pensando que sería un trabajo temporal. Dos décadas después, su nombre se ha convertido en una referencia del desarrollo comunitario. “El medio rural no necesita salvadores ni héroes, necesita vecinos comprometidos”, explica.

Nombrar bien los territorios

Un pueblo no se define por una cifra ni por una categoría, insiste, aunque recuerda que la Comisión Europea define “un espacio rural como un tejido económico y social que comprende un conjunto de personas, territorios, culturas y actividades diversas: agricultura, silvicultura, artesanía, pequeñas y medianas industrias, comercio, servicios, sirviendo además de amortiguador y de espacio regenerador indispensable para el equilibrio ecológico. Y mete ahí la puntilla de: ‘Es además un lugar de ocio y reposo’. Pero los pueblos no son un lugar para descansar, son, fundamentalmente, un lugar para vivir.”

Tampoco es amante de la expresión “España vaciada”, que le provoca una mezcla de escepticismo y rabia. Cita al geógrafo Fernando Molinero, quien la calificó de “incorrecta, improcedente y hasta ridícula”. “No está vacía, añade, está habitada. Hay gente que trabaja cada día, aunque la narrativa oficial nos borre. Nombrar mal un territorio también es una forma de despojarlo.” Por eso considera que una parte importante de su trabajo consiste en restituir nombres, rostros e historias. En los mapas demográficos ve mucho más que datos: “Cada punto rojo que indica pérdida de población es también una casa cerrada, un oficio que se apaga, un niño que ya no escucha las canciones del pueblo.”

Un pequeño gran genocidio cultural

Entre las frases que guían su pensamiento para explicar lo que pasa en el campo, hay una en la que insiste: la del escritor leonés Julio Llamazares, cuando dice que “la pérdida de población de las zonas rurales es un pequeño gran genocidio cultural”, porque, explica, “cuando una familia se va, no solo se pierde gente, se pierden canciones, recetas, modos de estar en el mundo. Se pierde la dignidad, el paisaje y la memoria.”

Por eso insiste en que la Educación Social no es solo una profesión, sino una forma de cuidado y preservación cultural, “una barrera que ayude a que esas zonas rurales no pierdan la ilusión, ni la dignidad, ni el paisaje, ni la memoria.” A través de su asociación ha promovido grupos de diagnóstico comunitario, juegos educativos con jóvenes y encuentros intergeneracionales. Todo con una idea de fondo: “El medio rural no se salva con discursos técnicos, sino con autoestima colectiva. Quiero reivindicar lo comunitario, las personas, porque no se trata solo de números, sino de vidas.”

El valor de lo pequeño

Desde Campos y Torozos ha gestionado fondos europeos para fomentar la innovación y el desarrollo rural. Pero a cada proyecto añade un pulso social: talleres de inclusión, rutas etnográficas, programas escolares de identidad local. “Lo económico importa, claro, pero sin lo social es un castillo vacío. Una carretera no une a una comunidad si no hay vínculos que la recorran.”

De esa convicción comunitaria nacen proyectos como “Somos Tierra y Monte”, un cuaderno didáctico para colegios rurales. En él, los niños aprenden sobre la flora, la fauna, la historia y las leyendas de su comarca. “Solo se ama lo que se conoce y solo se cuida lo que se ama”, explica.

Romper la pedagogía del abandono

“Hay un mantra heredado que se ha transmitido durante generaciones: ‘Estudia y vete’, como si el futuro solo pudiera estar lejos.” Por eso sus proyectos buscan revertir esa pedagogía del abandono. Con el cuaderno “Somos Tierra y Monte” y otras iniciativas del programa #RuralODS2030, intenta que las nuevas generaciones descubran la riqueza de su entorno. “Queríamos que los chavales miraran su territorio con otros ojos. Que entendieran que hay oportunidades aquí, si se las sabe buscar.”

No es una tarea fácil, porque muchos adolescentes repiten los discursos urbanos dominantes que asocian los pueblos al atraso. “Algunos jóvenes creen que el campo es un lugar sin futuro, otros se sienten culpables por querer quedarse. Nuestro trabajo consiste en devolverles el orgullo.” De ahí su insistencia en unir educación, cultura y sostenibilidad.

El futuro rural, insiste, pasa también por acoger a quienes llegan de fuera. En Tierra de Campos han llegado familias magrebíes que trabajan en sectores agrícolas. Pero la convivencia no siempre es sencilla, porque —según Paniagua— faltan viviendas y sobran prejuicios. “Hay propietarios que no quieren alquilar sus casas por miedo, y hay familias que necesitan un techo para poder quedarse. La administración debe generar confianza, avales y seguridad jurídica. Pero, sobre todo, necesitamos trabajo comunitario.”

Desde su mirada de educador social, impulsa espacios de encuentro intercultural como comidas compartidas, proyectos vecinales o talleres de memoria colectiva. “No se trata de negar los conflictos, sino de acompañarlos. Cuando las personas se conocen, desaparecen muchos fantasmas. Cada vecino que llega es una posibilidad de futuro, una oportunidad para reinventar la vida rural.”

Territorios asimétricos

Décadas de abandono institucional, centralización económica y políticas neoliberales han configurado lo que denomina “territorios asimétricos”. “Si seguimos aplicando la lógica de que un servicio solo existe si es rentable, el medio rural nunca superará la brecha. Porque siempre habrá menos gente, pero no tenemos menos derechos”, explica.

Su crítica también se extiende a las llamadas “macro-renovables”, esos grandes proyectos energéticos que llenan de placas y molinos los campos castellanos. “Seguimos siendo territorio de sacrificio. La energía se va a Madrid o Barcelona, y aquí quedan las cicatrices. Es una nueva forma de extractivismo.”

En los pueblos que recorre a diario, Javier escucha historias de relevo truncado. Panaderías, carnicerías, talleres que cierran porque nadie continúa el oficio. “Hay empresarios que saben que el día que se jubilen sus oficiales será la fecha de cierre de su negocio. No encuentran relevo. Eso es devastador.” Por eso reclama políticas de relevo generacional y apoyo al emprendimiento local. “No todo tiene que ser agricultura o ganadería. Hay lugar para el turismo sostenible, la economía circular, la artesanía. Lo rural es diversidad.”

También alerta sobre la crisis de vivienda en los pueblos: “Hay casas vacías, pero los propietarios no las alquilan o piden precios imposibles. Necesitamos programas de rehabilitación, alquiler asequible y garantías para ambas partes. Sin vivienda, no hay vida.”

Aun así, entre tanta dificultad, sigue encontrando belleza y esperanza a diario. “Cuando un pueblo logra abrir una tienda o reabrir su teleclub, es como si encendiera una vela en mitad del páramo. Ese gesto vale más que cualquier plan estratégico.”

La educación como estructura

Para Paniagua, la Educación Social no es una tarea asistencial, sino estructural. “Nuestra labor no es solo acompañar a las personas, sino ayudar a transformar los contextos que las expulsan.”

En su intervención ‘Conectando Educación Social y Territorio para un medio rural vivo’, organizada por el Colegio Oficial de Educadoras y Educadores Sociales de Castilla-La Mancha, resumía su enfoque ante un centenar de estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades de la Universidad de Castilla-La Mancha: “La educación social actúa como puente entre las personas y su territorio. Permite revitalizar comunidades, despertar talentos y fortalecer vínculos que hagan de los pueblos lugares dinámicos, inclusivos y sostenibles. No queremos una España de museos rurales, sino de comunidades vivas.”

 


Información

 

 


(Javier Paniagua durante la ‘Conectando Educación Social y Territorio para un medio rural vivo’, organizada por el Colegio Oficial de Educadoras y Educadores Sociales de Castilla-La Mancha. Imagen)

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