Desde hace demasiado tiempo, la Humanidad está contemplando, callada y sin que nadie se rasgue las vestiduras, una masacre en toda regla, donde no se respeta la vida de ninguna persona, mujeres, niños y niñas, personas ancianas, pasando por alto todos los pactos, las reglas de juego de las puñeteras guerras (qué ironía) y sin, ni siquiera, colorearle la cara a quienes son responsables de ello, convirtiéndonos de esta manera en cómplices de un genocidio que no tiene visos de parar hasta que ya no quede nadie en la franja de Gaza.
No me sirven los discursos vacíos de aquellos que dicen que quienes somos sensibles a esta situación, metamos a un terrorista de Hamás en nuestra casa o que el problema es el antisemitismo, porque esto es no entender nada de lo que está ocurriendo, ya que cuando la población civil sufre este perverso y calculado linchamiento deja de ser un ataque de defensa y se convierte en un exterminio de todo un pueblo, exterminio que también sufrieron los judíos en sus carnes y que parece han logrado borrar de sus memorias, váyase a saber por qué extraño síndrome (lo de no leer y no conocer la historia es lo que tiene…).
En los últimos días, Macron ha salido a defender el estado palestino, aunque hay que esperar a septiembre para que Francia lo haga de manera oficial, uniéndose así a Suecia, Eslovenia, Irlanda y España, que son los únicos países de la Unión Europea que se han pronunciado en este reconocimiento.
Y mientras tanto, escuchamos mucho ruido proveniente de EE UU, con su presidente queriendo hacer un resort en la franja de Gaza (su perversión parece no tener límites) o hablando de dar “caza” a los terroristas, o del presidente de Israel, diciendo que la ayuda humanitaria debe ser lanzada en paracaídas a la población, sin permitir que accedan al territorio las toneladas de alimentos que están esperando en camiones en las fronteras cercanas, mientras vemos a niños y niñas morir de hambre y miseria junto al resto de la población.
Yo no sé a ustedes, pero a mí todo esto me desborda, y no soy capaz de entender este silencio cómplice de tantos países que no exigen que este genocidio acabe ya. No sé qué más vamos a consentir que pase, o si vamos a esperar a que ya no quede ninguna persona en el territorio, para poder ir a ese resort anunciado por Trump, como quien va al campo de concentración de Auschwitz a hacerse selfies alegremente para luego subirlas a las redes sociales con las maletas, los cabellos y los zapatos de las personas asesinadas por los nazis, no hace tantos años.
Desde el Colegio Oficial de Educadoras y Educadores Sociales de la Comunidad Valenciana queremos hacer esta reflexión pública, y sumarnos a las voces que claman por un trato justo a la población que tanto está sufriendo las consecuencias de la infamia.»