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Más allá de la formalización, la construcción de la “Casa Grande de la educación social" en un escenario de sociedad inclusiva y participativa

Autoría:

Carlos Sánchez-Valverde Visus (1)

Esta colaboración es una adaptación, escasamente actualizada, de la intervención en la Conferencia Diálogo del jueves 26 de noviembre de 2009, que bajo el título Hacia una sociedad inclusiva: los últimos 25 años de la educación social, se celebró dentro del 1º Congreso Catalán de la Educación Social, celebrado en Vic del 26 al 28 de noviembre de 2009. A pesar de los dos años y medio pasados, creo que no ha perdido actualidad. Es más, creo que algunas de las propuestas son ahora más urgentes que nunca.

Agradecimientos. 

Carlos Sánchez-Valverde

Cuando recibí la invitación para participar en esta mesa, no acababa de saber por qué se había pensado en mí para hacerlo. Os puedo confesar que mi primera impresión fue que respondía a un acto de “reconocimiento de servicios prestados”, con un mensaje de “ya se acaba tu tiempo”. Otros compañeros me decían que no, que todavía tengo algo que decir y hacer y que no lo pensara en clave de despedida.

Sea como fuera, creo que es importante este componente de “compartir y transmitir el saber y la experiencia acumulada”. Una especie de comunicación y transmisión intergeneracional.

Y agradezco, en primer lugar a los organizadores el haber pensado en mí, y en segundo lugar a vosotros, los que me escucháis (o me leéis) ahora, la oportunidad de estar aquí hoy, desde donde espero poder ofrecer algunas pequeñas referencias y reflexiones que nos ayuden a seguir construyendo el espacio de la educación social.

¿Quién soy yo? (además de un nombre en una programación).

  • Soy un Educador social (sustantivamente, es decir, que es eso, ser educador social, lo que yo considero que me define y me da identidad), a quien, además, le gusta mucho la historia y que, a ratos, hace de profesor. Y soy educador desde hace muchos años: en mi primer contrato con la Generalitat de Cataluña, en 1982, ya constaba el nombre y la función de educador como objeto del mismo. Y además, antes había trabajado como voluntario, haciendo de educador de calle, en diferentes organizaciones, como el Movimiento Pioneros, etc.
    Una primera constatación que se desprende de ello: hay educadores desde hace mucho tiempo .”Hay educación social antes de los títulos”.
  • Soy un Educador social de viejo cuño. ¿Qué quiere decir esto? Que estoy habilitado. No soy diplomado en Educación Social (quizás esto nos ofrezca una segunda constatación: los educadores pueden ser más cosas que titulados diplomados). Tengo diferentes títulos universitarios, pero lo que me hace educador es un proceso de reconocimiento social. “Hay educación social más allá de los títulos, de los diferentes títulos”.
  • Que siempre ha estado implicado en los sujetos colectivos que han tenido los educadores: organizaciones, asociaciones, colegios, etc. Mi nombre aparece muchas veces, si se hace una búsqueda, en la APESC, el CEESC, etc. Una intuición y un deseo, más que una constatación: quizá sería hora de dar paso a las nuevas generaciones. ¿Quién desearía implicarse?
  • Y que trabaja en y con infancia. Esto no es una cuestión menos importante. Porque forma parte de mi proceso biográfico, profesional y social, por el que he acabado llegando hasta aquí. Reflexionar sobre la infancia me ha llevado a entender y a elaborar lo que considero uno de los núcleos de nuestra acción socioeducativa: nosotros participamos en procesos de sustantivación, de construcción de identidad. O deberíamos hacerlo. Superando la continua demanda que se nos hace de “adjetivar” y clasificar personas y situaciones, etc.
    Reflexionar sobre “el uso del término menor“, cuando nos queremos referir a los niños, niños, adolescentes …, ha sido muy provechoso para mí. Creo que este camino, el de poner a prueba las palabras y su contenido, se puede hacer en cualquier otro ámbito. Os animaría a hacerlo y a probar.

Los últimos 25 años: la formalización.

Estos últimos años han sido años de vértigo: hemos visto multiplicado el número de educadores y de educadoras sociales presentes en la acción social y en el panorama profesional; han aparecido nuevos perfiles y nuevas funciones; y hemos conseguido que cuando se habla de nosotros y de la educación social, se nos asigne una identidad definida. Tenemos una imagen social muy nítida. Y yo diría que bastante positiva.

Podríamos afirmar que se han dado una serie de conquistas en una línea clara de formalización de los educadores sociales y de la educación social. La formalización es un proceso necesario, sobre todo en el ámbito social, que significa la definición y concreción de una serie de rasgos identificativos que ayudan en el proceso comunicativo y en la presencia. Tiene más que ver con las formas (que deben estar estandarizadas) que con los contenidos.

Los elementos más significativos de este proceso de formalización durante los últimos 25 años serían:

  • EducadoresFormalización como sujeto colectivo: yo colocaría el pistoletazo de salida de este proceso en el año 1987, cuando se convocaron los primeros encuentros de educadores especializados recordando a Faustino Guerau de Arellano, que había muerto unos meses antes. Ninguno de los que estábamos en ese momento en la organización desde la AEEC (Asociación de Educadores Especializados de Cataluña), habíamos ni siquiera imaginado que tendrían tanto éxito. Asistieron más de 600 educadores de toda España. Y allí se iniciaron las diferentes líneas de acción que siguen vigentes: la demanda de formación de grado universitario, la creación de asociaciones de educadores territoriales y de plataformas de coordinación estatales (que ahora se concretan en los colegios profesionales y el Consejo Estatal), la opción por ampliar e incluir en estos sujetos sociales otros perfiles (unificación con la AEEC con la ASC, Asociación de los Animadores Socio-Culturales de Catalunya) etc.), el trabajo en red a nivel internacional (participación en la AIEJI -Asociación Internacional de Educadores Sociales-).

    Quisiera aquí y ahora, haciendo un pequeño aparte y en esa misma dirección, dedicar mi intervención a Toni Julià, que murió hacen unos meses y de quien de hecho, trataré de recoger y aplicar, en esta intervención, algunas de sus enseñanzas.

  • ClaseFormalización académica: los estudios de educación social, para los diferentes perfiles de entonces (educadores especializados, animadores, educadores de adultos), mediados de los ochenta, eran como mucho de Formación Profesional de segundo grado. La demanda de un reconocimiento universitario posibilitó la creación de una plataforma en la que confluyeron, por primera vez, tres agentes-sujetos importantes: la administración, la universidad y los profesionales. Los resultados se concretaron en la Diplomatura de Educación Social, efectiva a partir del curso 1992-1993 (siendo la Universitat de Barcelona la primera en ofrecerlos). Al margen de las valoraciones sobre la misma fórmula, no podemos dejar de reconocer que esto significó un avance importante.

    Quizás yo sí que destacaría, en un tono crítico, el hecho de que este espacio de confluencia social no se mantuviera. Y eso ha provocado un cierto alejamiento entre el mundo universitario y el mundo profesional.

    Un alejamiento que también ha tenido algo que ver con esa ubicación de la pedagogía en una visión dual de la realidad, en la que unos hacen, y otros, que poseen el saber, reflexionan sobre lo que aquellos hacen.

    Y como otro elemento deficitario, habría que destacar que no hayamos conseguido en todos estos años lazos comunicativos positivos con los profesionales de la educación de adultos, que continúan sintiéndose más cercanos a la educación y enseñanzas formales.

  • Documentos profesionalizadoresFormalización del discurso: normalizando y unificando elementos como las competencias profesionales, el código deontológico, etc. a nivel estatal, y el estatuto profesional en Europa. En un proceso muy interesante en el que cada vez está más claro que lo que define las respuestas de nuestras acciones no proviene sólo de la demanda o encargo social, sino de la necesidad que encarna la situación de las personas para las que trabajamos.
  • ReuniónY formalización, también, de la presencia y el reconocimiento social. Ahora es imposible pensar en cualquier situación que tenga que ver con la acción social en la que no estemos presentes, desde la invitación o desde la denuncia (como por ejemplo en casos como el de la ley de potenciación de la autonomía y prevención de la dependencia o ya más cercano: en la denuncia del desmantelamiento del estado del bienestar que están significando los recortes).

La conquista de este grado de interlocución es uno de los más importantes activos de los últimos 25 años y es a la vez, fruto tanto de las formalizaciones que mencionaba antes (las cuales actúan como a causas necesarias pero no suficientes), como de la decidida estrategia de presencia social que hemos desarrollado como colectivo.

Debemos sentirnos muy orgullosos con ello. Porque se nos conoce, se nos vive, se espera de nosotros…, que actuemos como colectivo centrado en la mejora de la acción social y no como colectivo corporativo que tan sólo defiende espacios “privativos” de intervención.

Aquí creo que hemos sabido conjugar muy acertadamente forma y contenido.

El momento actual: las amenazas y los peligros de “demasiado formalización”. 

Pero no podemos quedarnos en la formalización, en la institucionalización. Eso sería como decir que ya no tenemos nada que decir.

Estamos en una etapa de reacomodación, de crisis de crecimiento, que yo creo deberíamos vivir en clave de las oportunidades que el momento nos ofrece. Un momento interesantísimo que debemos aprovechar para salir renovados en el discurso, en los objetivos, en los instrumentos, en la imagen que proyectamos, etc.

Y para hacerlo, yo creo que debemos de seguir recurrir al contenido, a los principios de la educación social.

Esta crisis viene definida, entre otros componentes, por los siguientes:

  • Crisis del espacio social de la profesión, que se ha ampliado con nuevos perfiles. Este es uno de los principales mensajes de la situación actual. Ahora está más presente que nunca el hecho de que “LA EDUCACIÓN SOCIAL NO SE ACABA CON LOS/LAS EDUCADORES SOCIALES”. Es decir, que además de los educadores sociales, como profesionales, hay otras figuras y otros perfiles presentes en este espacio compartido. Y que nunca como ahora se hace necesario dar respuestas de manera consensuada, superando la escena que identifica educación social con educadores. La educación social es mucho más que “las educadoras y los educadores sociales”.

    Caben muchos más matices y perfiles. ¡Cabemos todos y todas!

  • Crisis de discurso, con una nueva necesidad de delimitar y diferenciar los contenidos de la educación social en relación al encargo social. La dialéctica que afecta la educación social, con el riesgo de convertirse en dispositivo de control social o el objetivo de ser herramienta al servicio del proceso de construcción personal y social de las personas (como derecho de ciudadanía, añadiría yo), siempre estará presente.

    Forma parte de la tensión con la formalización y la institucionalización. Entre forma y contenido.

    Y ahora, cuando determinados derechos empiezan cuestionarse, es importante acentuar aquel contenido de que “somos profesionales al servicio de las personas”.

    Crisis de discurso que va íntimamente ligada a otra crisis, la de modelo de acción profesional: ¿En qué queremos acabar convirtiéndonos? ¿En profesionales de la gestión siguiendo las sendas que otras profesiones ya han transitado y que les han llevado a una subsidiariedad absoluta de los funcionamientos institucionales y funcionariales (convirtiéndolas en instrumentos dependientes a las órdenes del “amo” administración)? ¿En profesionales del acompañamiento reparador, caritativo y comprensivo? ¿En técnicos que valoran, interpretan y etiquetan las necesidades de las personas (adjetivándolas)? ¿O en profesionales de la acción socioeducativa que aportan elementos para la construcción de una identidad crítica de los grupos y de las personas con los que actuamos y trabajamos, para favorecer su inclusión?

    Debemos seguir pensando y ofrecer nuevas respuestas (o reafirmar las ya presentes y que definen el núcleo de nuestra identidad).
     
    • Crisis de instrumentos en el proceso comunicativo social: tenemos que hacernos la pregunta y reflexionar sobre si, en coherencia con la necesidad de ampliar el espacio de la educación dando cabida a otros perfiles y recorridos profesionales, no deberíamos pensar qué nuevos sujetos e interlocutores sociales se necesitan para este nuevo panorama y sobre si es necesario redefinir las organizaciones profesionales.

    Educadores SocialesEl debate sobre los límites y las funciones de los colegios profesionales o la necesidad de otros nuevos instrumentos que visualicen la Casa Grande de la educación social, es ahora más urgente que nunca. Y no sólo desde la necesidad de dar respuesta a las modificaciones normativas (nuevas leyes de colegios profesionales) sino desde el imperativo moral al que la realidad y nuestras opciones nos llevan y desde la coherencia de nuestra manera de ser y de estar, que siempre ha sido lejana a los corporativismos institucionalistas (y que debería continuar siéndolo, añadiría yo).

  • Crisis de modelo formativo, que se manifiesta en dos aspectos:
    • los grados que se han dibujado en nuestro país, como aplicación del Plan Bolonia, ¿responden a las necesidades de la ciudadanía y de la educación social? ¿O más bien a la lógica institucional de reproducción de las universidades y del estamento universitario? Y lo mismo podríamos decir de otros perfiles creados, sin ningún tipo de participación del mundo de la educación social: TISOC, TASOC, etc. ¿Era esta la renovación formativa que necesitaba la educación social?

      Mi impresión es que lo que aportará esto será un mayor grado de indefinición y de confusión con otros perfiles (por ejemplo con el grado de Pedagogía), que posibilitará la tentación en el mercado de trabajo de caer en un proceso de recambio, sustentado tan sólo en motivos de abaratamiento de los costes y gastos, de los educadores y educadoras sociales por otras figuras de menor coste contractual ubicadas entre los técnicos especialistas de grado superior.

    • Y como segundo aspecto: ¿Qué relaciones tenemos con la universidad (como institución) y con los investigadores y profesores universitarios?¿Cuáles son las relaciones, en definitiva, entre la pedagogía social y la educación social (si es que son cosas distintas)?

El futuro está preñado de oportunidades.

Mirada

El futuro parece poblado de grises augurios y de malas predicciones, dicen algunos. Yo, por el contrario, creo que lo que está es preñado de oportunidades. Porque si sabemos hacer valer nuestras fortalezas (nuestros núcleos, el contenido, “los contenidos fundacionales”), vamos a salir otra vez con muy buen pie. No es, ni de lejos, la primera vez que la educación social se encuentra en una situación parecida a esta. A finales de los 80, el proceso de discusión sobre la Diplomatura, también actuó como un referente de reacomodación. Y como reactivador de todos nuestra acción y de nuestros discursos. Lo que deberíamos encontrar ahora también, y entre todos, es una respuesta que asegure la continuidad del discurso y de la función social de la educación social.

Para mí, eso sólo puede venir desde las actitudes abiertas, que den espacio a los nuevos perfiles profesionales, desde la confirmación de la educación social como respuesta a las demandas y necesidades de la ciudadanía (no a los encargos de control), desde el reforzamiento del discurso propio y no del subsidiario (es decir de aquel discurso instrumental, sea en el nivel institucional o en el académico, que nos ubica en un lugar y en una función subsidiaria), desde la continuidad como profesionales de la acción socioeducativa, desde la reactualización de un discurso donde acción y reflexión (construcción del saber) formen parte de la misma cosa, etc.

Final.

Para concretar un poco las propuestas que se derivan del análisis que he querido compartir con vosotros, y como forma de cerrar mi intervención, resumiría diciendo que los retos de futuro más inmediatos pasan por:

Opción por una acción profesional que responda a las personas.

PersonasYo me decanto por una opción que nos defina como profesionales de la acción socioeducativa que aportan elementos para la construcción de una identidad crítica de los grupos y las personas con los que actuamos para facilitar su inclusión y circulación social.

Esto significa optar por una posición muy poco formalizada e institucionalizada y mantener vivos los impulsos fundacionales de nuestra profesión. Y con un elevado carácter ideológico, al que creo que no debemos renunciar nunca. Todo lo contrario que significaría optar por una acción profesional que se instale en la respuesta técnica.

1.- Casa Grande de la educación social: espacio inclusivo.

Educadores¡Todos cabemos! Tenemos que hablar de la educación social como de una Casa Grande, un espacio común, que supere los espacios estancos de unos y otros perfiles. Debemos construir juntos ese espacio compartido y los instrumentos que nos sirvan en esta nueva etapa para estar presentes socialmente.

2.- Unificación del discurso del saber y su relación con la práctica reflexionada: educación social   =   pedagogía social.

LápicesO somos capaces de ligar vínculos entre universidad y mundo profesional o continuaremos en esta extraña situación dual de división del acceso a la construcción del saber pedagógico.

Yo afirmo que la educación social no es sólo “una práctica profesional”. Es pedagogía social.

3.- Homogeneización del espacio de la educación social a nivel europeo.

DesplazamientosEl estatuto profesional europeo es uno de los hitos ineludibles de los próximos años. Y tenemos que dedicarle todos los esfuerzos que sean necesarios. Para normalizar la circulación de profesionales y para hacer presente allí nuestro discurso abierto y centrado en el consenso, en un escenario difícil donde que cada vez más se confunde la Educación Social como técnica del trabajo social, despojándola de todo su contenido educativo y pedagógico.

Y todo ello solo será posible ¡desde el concurso y el compromiso de todos y todas!

¡Gracias por vuestra atención!

1.- Educador social de infancia, historiador y profesor de Educación Social en la UB