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Hal, el vagabundo eficaz del barrio chino

Autoría:

Amando Vega Fuente, Segundo Garín Casares. Universidad del País Vasco

Resumen

Adriano Trescents (HAL) es una de las primeras figuras de la educación de calle. Su trabajo se desarrolló en el Barrio Chino de Barcelona. HAL es el vagabundo eficaz que lleva su sonrisa y su apoyo a las personas de la calle. Su pensamiento pedagógico y su forma de vivir la educación se refleja con nitidez en sus propias palabras, que sirven en este artículo para presentar su personalidad, su quehacer educativo de calle y su visión crítica de los servicios socioeducativos y de la sociedad en general. El trabajo educador de Adriano, entre la pedagogía nómada y la liberadora, recuerda a personajes muy valorados en la historia de la pedagogía social como Deligny o Freire. HAL es un gran referente pedagógico que no sólo abrió una línea de intervención socioeducativa en tiempos difíciles sino que también con sus charlas y escritos nos dejó una documentación de gran interés para la reflexión y la investigación pedagógica en el ámbito de la educación social.

L’Educador de Carrer de Barcelona

La educación social como sistema y como proyecto, no deja de tener una historia y unos personajes que con empeño desarrollaron en sus inicios una tarea educativa poco valorada, cuando no desconocida. Ellos actuaron como educadores en ámbitos abandonados por el sistema educativo, dejados en manos del sistema represivo o del asistencial su control y asistencia. En su época no se valoraba la atención educativa integral de las personas con dificultades de inserción ni se tenían en cuenta los factores sociales que provocaban la inadaptación social. Basta conseguir su control y alejamiento de la sociedad normalizada. De todas formas, no faltan personas comprometidas con los derechos de los menores, como Julián Rezola, Faustino Guerau, Toni Juliá, Adriano Trescents, quienes con intenso empeño abren horizontes a ese camino profesional que hoy denominamos educación social. Ellos fueron auténticos héroes de la educación ya que, sin el apoyo de la administración ni el reconocimiento del mundo académico, fueron capaces de realizar su trabajo educativo con las personas más vulnerables.

AdrianoConviene, por esto, recordar a estas personas y sus trabajos para conocer mejor las raíces de la educación social y proyectar esta profesión hacia un futuro mejor. Aquí nos centramos en el ámbito específico de la inadaptación social, sin olvidar que en otros ámbitos tampoco faltaron personas comprometidas. Ellos fueron “educadores” en el pleno sentido de la palabra, más allá del reconocimiento oficial y académico, al intentar dar respuestas más coherentes a las necesidades  sociales y educativas de las personas en situación de exclusión social.

A falta de estudios que aporten información precisa y completa de sus trayectorias, sus planteamientos educativos, sus tareas pedagógicas y sus proyectos de acción, recurrir a la información desperdigada que pueda existir sobre su trabajo y a los recuerdos de quienes estuvimos en contacto con ellos, puede acercarnos a una mejor comprensión de los inicios de la Educación Social en nuestro país.

En este trabajo pretende recordar la figura de Adriano, alias HAL, una de las primeras figuras de la educación de calle, tanto por el trabajo realizado en Barcelona como por las aportaciones escritas que nos ha dejado. Como señala Sánchez-Valverde (2006) durante mucho tiempo fue “l’Educador de Carrer de Barcelona”. Així, en majúscules, perque era l’unic. Sempre el podies trobar en algun dels seus llocs d’operacions (diferents bars del Xino), disposat a ajudar personalment els xavals que se li apropavem”. (1)

El trabajo en el Barrio Chino desarrollado por Adriano, tan bien presentado en sus publicaciones, refleja con nitidez esta forma de entender la educación de calle, abriendo un camino difícil de seguir. Se comprende, de esta forma, que la impresionante figura de este educador, como indica Guerau (1987: 5), señale más una tendencia que una posibilidad para quienes seguimos caminos muy trillados. De todas formas, como resalta este mismo autor, es una figura muy significativa en el campo de la marginación y de la educación especializada.

Los dos autores de este escrito, agradecidos por una rica relación personal con él y testigos de su trabajo, queremos dejar testimonio de su compromiso educativo, uno más entre los ya aportados  por otras personas que con él tuvieron relación.

Estar en la calle es estar con la gente

El «educador de calle» inició su andadura en Europa, después de la segunda guerra mundial. En nuestro país, la figura de este profesional hizo acto de presencia en la década de los sesenta, bajo la influencia de la experiencia francesa (Luque, 1999: 92-98).

Su origen está asociado a un nombre, Julián Rezola, un riojano que emigró al país vecino en 1962. En París trabajó de mecánico e inició su colaboración con asociaciones educativas dedicadas a la reinserción de jóvenes delincuentes y marginados. Le llamó mucho la atención el trabajo que algunas de ellas realizaban, en el entorno natural en que los chavales se desenvolvían. Al volver a España, puso en marcha una experiencia similar, “Pioneros”, en 1968, que pronto se extendió a otras ciudades como Pamplona, Zaragoza, Madrid, Valencia, Córdoba y Palma de Mallorca (Guerau, Plaza, 1985).

En Barcelona esta figura del educador de calle arraigó con mucha fuerza. El IRES, Instituto de Reinserción Social, fundado en 1969, asume el trabajo de calle como una de sus tareas más características. Este instituto realiza una labor asistencial y educativa dirigida a colectivos con problemática de delincuencia, drogas y otros problemas de marginación. Se interesa por las necesidades no cubiertas por la Administración en el campo de la reinserción social (Quintana,  1988: 402).

Pero veamos con más detalle lo que aporta la educación de calle, en un primer momento, de la mano de Adriano, quien nos lleva por unos derroteros que pueden asustar, pero que reflejan con fuerza las implicaciones de este tipo de trabajo educativo. Es por el año 1974 cuando aparece por las calles del Barrio Chino. Procede de una congregación religiosa que desde sus inicios tuvo una clara vocación de calle, como se puede constatar por la vida del Sr. de La Salle. ¿Quién es Adriano? Él mismo nos da la respuesta en una entrevista recogida en la página Organizaciones al Servicio del Progreso humano (OSPH, 2012):

Yo soy el Hermano Adriano, todo el mundo me conoce como Hermano Adriano, soy religioso, Hermano de la Salle, he sido profesor durante 34 años, director de varios centros y desde 1974 estoy en la calle… estar en la calle es estar con la gente de la calle, con todo lo que comporta la calle.

Su trabajo está asociado a una entidad que se llama OBINSO, Obra de Integración Social, una institución plenamente dedicada a los delincuentes desde el silencio y el anonimato, un estilo que encaja con el compromiso callado de Adriano. La norma de esta institución es no salir en la prensa, no salir en la radio, no salir en la tele y trabajar. Por aquella época esta entidad dispone de casas para drogodependientes, de pisos para jóvenes salidos de la cárcel y una casa múltiple para jóvenes que están de permiso en las cárceles o son marginales.

Fuimos de los primeros educadores de calle de España. Luego me asignaron ocuparme de los niños y adolescentes… Tan pronto como pude me vinculé al Ayuntamiento y trabajé unos años para el Ayuntamiento como educador de calle.

El problema mayor entre los niños y adolescentes era que no iban a la escuela y los que iban con dificultades se adaptaban a los centros escolares. Había muchos problemas, sin que faltaran pederastas por medio. En los años 74-75 y hasta más allá de los 80, había lugares en el Raval y en las Ramblas (salas de juego), donde se contrataban a los niños (chaperos).

Yo empecé a trabajar con niños allí, jugaba a billar con ellos, jugaba a ping-pong, jugaba a futbolín, y lo primero que me preguntaban al terminar la partida es cuánto pagaba. Entonces se trabajó mucho con los niños, al principio.

El trabajo de Adriano estuvo muy ligado a otro tipo de servicios como el Casal dels Infants del Raval y el centro de día Salvador Gabina, uno de los primeros centros que se pusieron en marcha en nuestro país.

Yo colaboro mucho con el centro Salvador Gavina que ha conseguido que muchos niños vayan al colegio y que vayan bien. Si no pueden desayunar en su casa se les da desayuno en él, yo estoy precisamente en este centro desde las siete menos veinte de la mañana hasta las nueve, en que los niños van viniendo a desayunar. Se les da toda la leche con galletas y pastas que quieren, se les hace desayunar tranquilamente, se les prepara un bocadillo del tamaño que quieren y de lo que quieren, pueden escoger cada día seis o siete cosas y además se les da una pasta para llevarse al colegio y el bocadillo. Y además los que no tienen beca del comedor escolar van a comer allí. A las cinco de la tarde cuando salen del colegio van allí para refuerzo escolar, para actividades, hasta las ocho y cuarto, ocho y media.

Hay que recordar la historia y las características del barrio del Raval, como las señaladas por Goytisolo (2009): la prostitución, el robo, la miseria y las humillaciones formaban parte de la cotidianidad en el Barrio Chino de Barcelona, en los años treinta, que Jean Genet narró de manera descarnada en Diario del ladrón. Precisamente, Juan Goytisolo (2009) que conoció bien al autor francés, ha repasado la potente influencia que tuvo esa época en su obra posterior.

1932. España estaba cubierta entonces de vagabundos: sus mendigos iban de pueblo en pueblo, por Andalucía en razón de su buen clima; por Cataluña, de su riqueza, pero todo el país nos era favorable. Fui así un piojo con la conciencia de serlo. En Barcelona, frecuentábamos sobre todo la calle Mediodía y la del Carmen. Nos acostábamos a veces seis en un jergón sin sábanas y, al amanecer, íbamos a pordiosear por los mercados. Salíamos en banda del Barrio Chino y nos dispersábamos con un capacho bajo el brazo, pues las amas de casa nos daban más bien un puerro o un nabo que unos céntimos. A mediodía regresábamos y nos hacíamos la sopa con lo recaudado. Lo que voy a describir son los hábitos de la canalla.

Genet dará la vuelta a la escala de valores de la sociedad biempensante: lo vil se transmutará en noble y lo noble en vil. Este proceso de subversión íntima iniciado en el antiguo Barrio Chino barcelonés largo y accidentado, se plasmará en sus primeras obras poéticas y narrativas escritas en la cárcel parisiense de la Santé. El joven inclusero, mísero e indocumentado se consagrará al robo, la prostitución y la mendicidad en su anhelo de alcanzar la dureza empedernida del criminal con la misma entrega de quien se inicia en los arcanos de una creencia mística y de su áspero camino de perfección espiritual, señala Goytisolo.

El “territorio moral” de Genet atrajo, después del alzamiento popular de la Semana Trágica y de la bonanza originada por la neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial, a numerosos escritores franceses, seducidos por el bullicio y promiscuidad del Barrio Chino, entre los que se puede recordar a Paul Morand con La nuit catalane (1929), a Montherland con La petite infante de Castille (1929) y a Francis Carco, con Printemps d’Espagne (1931).

Otro es el territorio moral de Adriano, crítico también con los valores establecidos, quien desde una experiencia vital intensa y un profundo compromiso con las personas, se une a ellas, no para convertirlas ni reinsertarlas, sino para compartir con ellas su deseo de vivir como las demás personas. Adriano es el vagabundo eficaz, que lleva su sonrisa y su apoyo a las personas de la calle, al mismo tiempo que sirve de referencia y estímulo a otras personas comprometidas con las personas marginadas y en riesgo de exclusión social.

Cuesta mucho atender a esta gente marginal

Pero el trabajo de calle no es fácil. Conviene recordar, por esto, las condiciones específicas del barrio en la época en la que Adriano vagabundeaba, para poder valorar la acción educadora que allí se realizaba. El barrio era un amasijo de casas, de viviendas inhumanas, de calles hediondas, de pensiones denigrantes, de calles abigarradas, como señala Adriano. Y, aunque, como él mismo reconoce, no habían faltado cambios sobre todo o en el aspecto externo, lo triste es que no se ha puesto ni la centésima parte del empeño en mejorar el servicio a las personas. Los vecinos sobreviven gracias a los trabajos de economía sumergida, a la prostitución, a las pagas no contributivas y mil cosas más, con tráficos de todo tipo.

Libro historias de mi barrioReconoce Adriano en la entrevista citada que hay muchas entidades que trabajan en ese momento en el barrio, pero… la atención personal no ha mejorado mucho. El Ayuntamiento tiene dos centros de Servicios Sociales, pero no llegan a los marginados. Cáritas tiene también muy buenos servicios, pero los marginados tampoco llegan a Cáritas. Trabaja mucho la Asociación de Vecinos, pero los marginados tampoco se acercan a la Asociación.

Cuesta mucho atender a esta gente marginal, señala, para resaltar que está de moda echar a los marginales de sus barrios. Él conoce como nadie lo que sucede en las ciudades, señalando que hay cuatro grandes pozos donde caen los marginados, que son Barcelona, Madrid, Bilbao y Sevilla. En verano recorre muchas ciudades visitando cárceles y constata lo que suele pasar. Así comenta que le llamó la atención en Salamanca no ver mendigo en la calle. Si había algún drogadicto que estaba en la calle o alguna persona mendigaba, la policía municipal se encargaba de echarlo de allí. Era la forma de tener limpias las ciudades.

Yo atiendo a la gente en la calle y en las cárceles, porque la gente de la calle va a las cárceles y al salir de la cárcel vuelven a la calle. Trato mucho con grupos específicos de gente, con los que salen de la cárcel, que no tiene familia, o que la familia no les recibe, o que se refugian en este barrio, el barrio gótico, en dos o tres barrios más de Barcelona, porque aquí pasan desapercibidos, aquí encuentran sus colegas, se ayudan, se pelean mutuamente… Procuro ayudarles, orientarles, procuro dirigirles a sitios donde les puedan ayudar, que hay muy pocos. Al principio, a veces, les pago una pensión unos días si tengo dinero. Trato mucho también con los drogadictos de la calle.

Muchos drogadictos no son del barrio: han venido de toda España. Basta leer sus escritos para ver la variedad de personas con las que tenía contacto. Trata mucho con los enfermos de sida que están en la calle, que incluso duermen en ella. De ordinario son enfermos que siguen drogándose, por lo que  no son admitidos en ningún centro.

Trato mucho con los vagabundos de la calle. Los que duermen en la calle. Precisamente en el desayuno de los niños, como éstos suelen venir a partir de las ocho menos veinte, siete y media y yo abro a las siete menos cuarto, pues de siete menos cuarto a siete y media, dejo venir a desayunar a gente de la calle.

El trabajo de Adriano adquiere un tinte muy particular en la calle, por su trabajo anterior en diferentes centros “educativos”:

Muchos que están en la cárcel los he conocido de niños ya sea en el Centro Abierto, ya sea en la escuela de gitanos que dirigí, ya sea en un gran centro del Tribunal y Protección de Menores, en Mollet… Allí teníamos 520 niños internos. También estuve en otro Centro Internado del Ayuntamiento y muchos niños que yo había empezado a tratar en la calle, ahora están en la cárcel y muchos han muerto.

En la entrevista no faltan críticas a las actuaciones de las instituciones, que no por discretas dejan de ser muy claras. Abundan los servicios para los marginados, pero las personas no están bien atendidas.

El Ayuntamiento tiene aquí dos centros de Servicios Sociales, la Generalitat tiene un Centro de Bienestar Social, Cáritas también trabaja con ancianos, la Asociación de Vecinos también trabaja, hay la Taula del Raval… Oficialmente hay muchas entidades, lo que pasa que esta gente marginal no puede llegar a estas entidades, porque va a una de estas entidades y se han de esperar, luego les citan para al cabo de 15 días, a las diez de la mañana y esta pobre gente no tienen días, no tienen horas y no pueden ir. Hoy precisamente he estado en el Ayuntamiento con un cap (jefe) de Servicios Sociales, a exponerle esto, buscar una manera de atender a esta gente. Lo mismo pasa en todas las oficinas, digamos, oficiales.

Reconoce Adriano que también hay muchas entidades particulares que trabajan y, sobre todo, infinidad de voluntarios, quizá demasiados. Voluntarios que parece que más que voluntarios son turistas de aquí del barrio, comenta.

Pasan muchos voluntarios que van a hacer una experiencia, que van a ponerse un poquito la piel de gallina y con esto tranquilizan su conciencia y estos voluntarios son los que estorban, los que hacen verdadero daño, pero en cambio hay muchas entidades que funcionan muy bien con voluntarios.

De los datos extraídos de la entrevista, se puede percibir con claridad que Adriano tiene puesta su mirada en las personas con todos sus problemas, que su trabajo nada tiene de solitario al estar integrado y coordinado con otras instituciones, sin que falte la denuncia de las limitaciones que existen tanto en el barrio como en las instituciones.

Y también es consciente de sus propias limitaciones en el propio trabajo educativo. Resulta esclarecedor el texto en el que pide perdón por lo que no ha hecho (Trescents, 2009: 100-101). Es, pues, un educador plenamente reflexivo que analiza su trabajo cotidiano, como se puede ver por todos sus escritos, al mismo tiempo que vive abierto a la esperanza, cuando se puede constatar en sus “historias de mi barrio” al sugerir de forma poética otras posibles vidas de los excluidos.

Desde su compromiso y perspectiva educadora aporta algunos comentarios que invitan a la reflexión. Según dice, el Ayuntamiento ya no tiene educadores de calle. Y lo aclara:

Bueno, se llaman educadores de calle pero se dedican a organizar juegos a los niños, en los colegios, cuando salen del colegio, pero que estén realmente en la calle no hay. Y se necesitaría gente que estuviera en contacto, porque claro, estar en la calle supone ir a visitar a las familias que se saben marginadas. Yo por ejemplo esta mañana he visitado una pseudopensión y digo pseudopensión porque no es ni pensión, porque para 5 habitaciones en la que hay 2 o 3 personas en cada habitación, hay un wáter que no cierra, y muchas veces no funciona el agua y hay una ducha de agua fría, sin techo y no hay nada más. Y allí viven. Y he ido a visitar a una viejecita de 84 años y su hija de 53 que tiene cáncer de pecho, operada ya tres veces. Y no llegan, no sé qué pasa pero a la viejecita ha sido imposible internarla, he ido a visitar a esta enferma de sida que he hablado antes, una señora enferma de sida de 46 años, las piernas completamente llagadas, herpes en toda la parte baja del cuerpo, ya es transparente, sólo le quedan los huesos.

Estar en la calle es una cuestión de contacto muy directo con todas estas personas:

Hay que estar en la calle saber estar al lado de una persona, a veces no decir nada, a veces charlar, a veces escuchar. Yo tengo la costumbre de dar besos cariñosos a todas las chicas que sé que tienen el sida, y no me importa, hasta ahora no me he contagiado.

Reconoce que ha cambiado mucho el barrio desde que él empezó. Entonces era muy difícil sobrevivir. De todas formas, hay muchos que no pueden sobrevivir si no roban, si no se prostituyen o si no trafican. Además está el problema de los extranjeros. Muchos de ellos vienen con buenas intenciones, señala, pero cuando están aquí, sobre todo los jóvenes, ¿qué van a hacer? Si no tienen posibilidad de vivir con trabajo o bien han de robar, o han de prostituirse, o han de traficar con droga, o han de vivir de mujeres que trabajen para ellos. No tienen otro medio de supervivencia. Pero todos ellos tienen deseo de trabajar, recalca.

Cuando se le pregunta sobre lo que habría que hacer, su respuesta es contundente: Primero darse cuenta de que existe esta gente, y después, que haya voluntad de atenderlos. Denuncia, por otra parte, que no interesa que se conozca todo esto.

No interesa a nadie saber que hay gente que duerme en la calle en Barcelona, gente que lo pasa muy mal, que no comería si no fuera por los comedores de beneficencia. No interesa. Como no interesa saber que hay presos, a pesar de que todos pedimos que se encierre a la gente en la cárcel. Es mucho más fácil interesarse y hacer campañas por el tercer mundo. Es más difícil interesarse por este cuarto mundo que lo tenemos a nuestro lado, que no se quiere ni ver.

De la calle a la cárcel y de la cárcel a la calle es como una especie de destino, una noria que da vueltas sin fin. Aunque no faltan servicios y ayudas para estas personas, por fuerza han de volver a la cárcel muchos. Como sostiene Adriano, la persona que sale de la cárcel, cuando se lanza a pedir limosna es que ha perdido toda la personalidad y se convierte en un “mangui”, con poca capacidad personal de reacción.

Cuando pierden esta capacidad de desenvolverse personalmente ya no sirven para nada. Mientras tengan todavía la capacidad de lucha es posible hacerles reaccionar. Yo he tratado mucho con jóvenes y ¡caramba! Muchas veces se han salido. A la segunda o tercera vez de salir de la cárcel. Pero si les digo: “tú pide”, no se saldrían nunca.

Con la cárcel se anulan como personas. Y el ser vagabundo se convierte en una profesión, como ellos dicen. Adriano alude a uno de 40 años que hace 20 años que tiene esta profesión y dice que no quiere perder esta profesión de vagabundo porque de momento en Barcelona es el más antiguo. Duerme en la calle, pues quiere perder la antigüedad.

Estos vagabundos, sin embargo, son personas que tienen sensibilidad humana y están dispuestos a colaborar para ayudar a otras personas en dificultad:

A mí me presta muchos favores, porque con frecuencia recibo fotos de chicas desaparecidas, o de chicos desaparecidos para ver si les encuentro. Y descubrí hace cuatro años que la manera de encontrarlos es dar la foto a unos cuantos vagabundos, y casi siempre los han encontrado ellos. Y algunos hemos conseguido que volvieran a su casa.

Ellos conocen la calle mejor que nadie, porque están todo el día en ella. Y colaboran para encontrar a estas personas. Las encuentran porque están todo el día en la calle.  En el caso de las jóvenes, su situación se complica todavía más:

Cuando ya han caído en la droga y en la prostitución no hay nada a hacer.  Llega un momento  en que las drogadictas se han de prostituir, si no ¿de dónde sacan el dinero? No siempre pueden robar. Además muchos drogadictos no saben robar bien, y les cogen fácilmente. Entonces la manera más fácil es ésta. Está muy dicho luchar contra la prostitución, pero ¿qué hacen estas chicas? Yo conozco muchas que si no encuentran un hombre para dormir por la noche dormirán en la calle, es muy fácil decir que no duerman con un hombre.

Lo que cuenta Adriano, tristemente no ha perdido actualidad, cuando la calle se ha convertido  en el hogar de muchas personas, al ritmo del paro, los trabajos basura, los desahucios, ante la indiferencia de nuestros gobernantes tanto nacionales como europeos, más pendientes de responder a las exigencias del mercado que a las necesidades vitales de las personas. Basta aludir aquí los informes que muestran cómo la pobreza aumenta en nuestro país y en toda Europa. Y escuchar a todas esas personas que salen a la calle con sus pancartas para denunciar la situación que están sufriendo, sin olvidar que los más marginados siguen estando invisibles dentro de las cárceles, en viviendas destartaladas, cuando no en la misma calle.

Quisiera pediros perdón, pobres y marginados

Ante esta situación tan dramática, Adriano también se cuestiona a sí mismo y el trabajo que realiza, Y por eso pide perdón. Pero, ¿de dónde viene Adriano? Su sensibilidad y compromiso personal no surge por generación espontánea ni por una iluminación espiritual. Detrás de su personalidad y de su compromiso se esconde un recorrido vital intenso que le ayuda a comprender ese complejo mundo de la marginación y a reconocer las limitaciones de su propio trabajo, por lo que pide perdón.

Adrià Trescents Ribó nació en Guisona (Lérida) el 27 de diciembre de 1919. Su primera formación tuvo lugar en el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. En 1935 se inició como novicio en los Hermanos de La Salle, lo que comportó, al estallar la Guerra Civil Española, ser internado en el barco prisión Mahón y más tarde ser  reclutado en la «leva del biberón» para luchar en la batalla del Ebro. Hecho prisionero por las tropas franquistas, estuvo internado en 1939 en el campo de concentración de Orduña hasta el fin del conflicto.

En el año 1940 empezó a trabajar como profesor del colegio La Salle Bonanova hasta el año 1949. Desde el año 1956 al 1965 fue director del colegio La Salle de La Barceloneta. Fue también fundador y director (1966-1969) de la escuela Proa en el barrio de Sant Roc de Badalona, donde se integraban niños gitanos y «payos».  Llevó la dirección del Centro Ramón Albó de Protección de Menores desde el año1971 al 1974.

En los años siguientes se dedicó a atender personas dedicadas a la prostitución, en la prisión, afectadas por el sida o la drogadicción. Para Peraire (2004), Adriano es el hermano de los marginados: Siempre con la cartera en bandolera. Su campo de acción la calle, las cárceles, «Els Alps»… Su normal clientela: Ex-presos, prostitutas, vagabundos, drogadictos, sicóticos… Todas las miserias, todas las lástimas, todas las penas humanas tienen cabida en el zurrón de Adriano, testimonio vivo de entrega a los más pobres. Esta situación es similar a la que en Reims el Sr. De La Salle se encontraba en el siglo XVII en Francia, en medio de una gran hambruna y la que dio origen al Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, escuelas fundadas para educar a los hijos de los pobres y de los artesanos. El Hermano Adriano Trescents es la voz de los sin voz. Atiende a los casos perdidos, los que escapan a las instituciones; buscados y cuidados personalmente en su ambiente y en sus circunstancias. Su muerte no deja de ser un símbolo de lo que fue su vida: murió en Barcelona, 8 de marzo de 2006 de una embolia cuando salía de una visita a los reclusos de la prisión.

Libro El educador de calle¿Cómo definir, pues, a este educador de calle, que nunca dejó de ser el “hermano Adriano” que hizo de la calle su escuela y en la calle dejó su vida? Creemos que su vida y su obra encajan perfectamente con lo que Deligny (1971: 180) pedía a sus vagabundos eficaces: Un poco poetas, un poco pintores, (…) honrados con el instante, (…) preocupados de su vagabundeo y pacientes como pescadores de caña.

El trabajo y el espíritu educativo de Adriano se pueden ver en todas y cada una de sus publicaciones, en las que relata sus experiencias con los marginados de Barcelona, especialmente del barrio del Raval. Sus diarios están recopilados en sus diferentes publicaciones, algunas de las cuales se referencian en la bibliografía final. Adriano es una persona reflexiva que, al mismo tiempo que trabaja con las personas en su propio medio (barrio, casa, servicios de acogida, cárcel…) dedica un tiempo todos los días para recoger sus experiencias y reflexiones dentro de su diario. En todas sus páginas se pueden constatar su sensibilidad educativa, su compromiso y su crítica hacia una sociedad insensible hacia las personas marginadas, sin dejar de cuestionar su propio trabajo.

Como uno de los muchos ejemplos se puede recordar, tras una visita a la cárcel, el escrito sobre los dos gorrioncillos atendidos por un preso dentro del recinto carcelario y alimentados por su madre:

De repente, como bajando de su cielo imaginativo y de su emoción incontenible, me dijo: «Si yo hubiera tenido de pequeño una madre tan buena como los gorrioncillos no estaría en la cárcel…» No supe qué contestarle. Y en unos momentos largos de silencio antes de decirnos adiós, pensé que sí, que si su madre le hubiera podido cuidar con el mismo desvelo y cariño como son cuidados los dos gorrioncillos, él no estaría en la cárcel.

Pero la madre del Tony es epiléptica. Y cuando él tenía pocos años, vivían en la más absoluta miseria. Y el Tony no culpa a su madre, porque ciertamente, no podía cuidarlo como necesitaba. Después del Tony ya no tuve que hablar con ninguno más. Se me quedó clavado en el alma: «Si su madre le hubiera cuidado como la gorriona cuida de los gorrioncillos…». Pero esto el Juez no lo sabía, ni podía importarle poco ni mucho. El Tony fue delincuente famoso y peligroso. ¿Saldrá algún día de la cárcel? ¿O se suicidará como ya se han suicidado dos compañeros suyos, uno en Barcelona y otro en Ocaña?… El desea vivir. Me lo dijo. Quiero vivir… Y esperar… Y si un día puedo tener familia y unos hijos, los cuidará. ¡Vaya si los cuidará! ¡Mucho mejor de lo que son cuidados por su madre los dos gorrioncillos!

Su crítica se extiende a otras situaciones dramáticas. Así cuando comenta el caso de una persona de EE.UU. condenada a la pena de muerte, sostiene de forma tajante: aquí no condenamos a nadie a la pena capital, pero sí les condenamos a vivir muertos para la vida social (Trescents, 2006: 51).

Adriano llega más lejos cuando él mismo pide perdón a los marginados a quienes presume de querer, de ayudar y de defender, reconociendo ser uno de tantos que cómodamente hablan de sus  incomodidades (2006: 100). Recojo a continuación algunas de sus críticas demandas de perdón:

Quisiera pediros perdón, pobres y marginados, porque nunca he sido capaz de irrumpir con violencia en una sesión del Parlamento y clamar para que se preocupen de vosotros, que no contáis en absoluto para la política.

Perdón por no haberme colado en algún pleno del Ayuntamiento y echarles en cara que se olvidan de vosotros sistemáticamente en todos sus proyectos ciudadanos. Pediros perdón por mi forma de escribir suave y cuidadosa para no herir susceptibilidades. Y por no decir claramente lo que pienso y lo que debiera decir.

Quiero pediros perdón por no haber sido nunca capaz de manifestarme por las calles, llevando un cartel llamativo, exigiendo vuestros derechos. No he querido hacer nunca el ridículo por vosotros. Quisiera pediros perdón porque vivo pidiendo para vosotros, pero pidiendo con peticiones descaradamente atrevidas y clamorosas.

Quiero que me perdonéis porque estoy con vosotros desde lejos aunque me pase el día con vosotros en la calle o en los bares o en las cárceles. Aun así, estoy lejos de vosotros, porque yo puedo retirarme a descansar y sentarme en una buena mesa y dormir en una buena cama. Y porque no soy consecuente y no me lanzo a la calle a dormir con vosotros envuelto en cartones.

He de pediros perdón porque no os he ayudado a derribar puertas de casas abandonadas y convertiros en verdaderos okupas. Yo no necesito derribar puertas para dormir lejos de las estrellas. Perdonadme porque no me he enfrentado violentamente con algunos jueces, que algunas veces os han encarcelado sin verdadera justicia. Quiero que me perdonéis por no pasar más horas en la cárcel; los marginados sois demasiadas veces encarcelados a causa de la «seguridad» ciudadana de los «buenos» como yo.

Perdonadme porque algunas veces no he cumplido los encargos que me habéis encomendado en la cárcel, por no molestarme o molestar a los ciudadanos honrados.

Perdonadme que me atreva a hablar de vosotros, los marginados, desde lejos, desde mi posición de bien adaptado a las exigencias de las leyes de los que nos tenemos por «honrados».

El trabajo educativo no es un trabajo de una máquina

Aunque resulta difícil ubicar el pensamiento y el trabajo educador de Adriano en el ámbito académico, recuerda a personajes muy valorados en la historia de la pedagogía social como Deligny  o  Freire, por recordar algunos de los más reconocidos.

Precisamente, Deligny (1971) nos ha sugerido el título de este trabajo, pues entendemos que Adriano no deja de ser ese vagabundo eficaz que sabe estar con las personas marginadas en los lugares que ellos se desenvuelven. Estaríamos, en este sentido, en el marco de la pedagogía nómada, como Planella (2009: 27-28) señala, para quien Deligny demuestra cómo «el nomadismo es una metáfora que encaja perfectamente con la definición de educador»

La obra de Deligny es, como ha indicado Trilla (2010: 27-28), fragmentaria y nada sistemática, nada explícita ni tematizada, pero precisamente por ello, acorde con su práctica educadora. El nómada vagabundo es el modelo de educador de Deligny, sin grandes programaciones y firme defensor del «dejar fluir», pero no por ello se trataba de un método o un hacer inconscientes, y es que una especie de doctrina se afirmaba en secreto (…), no era fácil de pregonar. Decía: dejar que entre en juego lo imprevisto, que pueda suceder “lo que sea”. Lo expresa de forma contundente el propio Deligny (1971:183) cuando afirma que son necesarios educadores de presencia ligera, provocadores de alegría, siempre dispuestos a remodelar la arcilla redonda, vagabundos eficaces maravillados ante la infancia.

Como Deligny habla de un educar a través de lo imprevisto y de la improvisación, Laudo (2010) lo ubica dentro de la llamada pedagogía líquida. ¿Es posible un pedagogo sin método? Deligny (1971:181) señala expresamente:

Nunca he tenido método. Se trata en un momento dado, en unos lugares muy reales, en una coyuntura de lo más concreta, de una posición por mantener. Nunca he podido mantenerla más de dos o tres años, en cada ocasión se veía cercada y asediada, y yo salía del paso como podía, sin armas ni bagajes y siempre sin método.

Deligny parece alejarse de una normatividad al uso, con un modelo a alcanzar (a menudo encarnado por el ejemplo del educador) y, por consiguiente, de alguno de los grandes ideales modernos. Y es que para Deligny educar es crear este espacio donde el otro pueda crecer, equivocarse, soñar, rehusar, escoger… Educar no es someter, pero siì permitir. No es ser el modelo, pero siì el referente. No es una lección, pero siì un encuentro. Educar no es cerrar, es abrir.

Son planteamientos que nos acercan también a la pedagogía de liberación. Para Freire (1992), la pedagogía de los oprimidos animada por un autentico humanismo (no árido humanitarismo) es una pedagogía del hombre, una pedagogía que comienza con los egoístas intereses de los opresores (un egoísmo envuelto en falsa generosidad paternalista) y hace de los oprimidos objetos de su humanitarismo, y que por siì misma mantiene y representa la opresión.

Desde esta línea freiriana, Macedo (2000) propone una pedagogía antimeìtodo que rechace la rigidez de los modelos y paradigmas metodológicos que obligue a entender el dialogo como una forma de praxis social para que el compartir experiencias sea un hecho guiado por la reflexión y la acción política. Este dialogo exige que el rescate de la voz de los oprimidos sea una condición fundamental para la emancipación humana’. La pedagogía antimeìtodo nos libera también del habitual camino de las certezas y las especializaciones, y rechaza la mecanización del intelectualismo. En resumen, invoca la iluminación que ofrecen las principales ideas de Freire para guiarnos hacia el camino crítico de la verdad, hacia la recuperación de nuestra dignidad en peligro y hacia la reivindicación de nuestra humanidad.

Un educador freiriano, sostiene Santos Gómez (2011:337) es, ante todo, una persona sensible que escucha atentamente el clamor del otro. Es respetuoso con él, no como quien dona un beneficio, sino como quien, antes bien, se apresta a aprender de sus alumnos analfabetos. Desde ellos, desde su perspectiva, el mundo y la historia se ven globalmente, no sólo con la perspectiva interesada del opresor. La realidad comprendida desde el punto de vista del opresor siempre estaráì carente de una parte, y, lo que es peor, si se asume como visión general del mundo, el educador puede contribuir, aun inconscientemente, a la perpetuación de la injusticia. Es por ello que el educador freiriano comienza su tarea colocándose en la realidad del educando, buscando un lenguaje común y tomándose en serio el pensamiento concreto de los educandos y sus situaciones existenciales. En este sentido, Paulo Freire sintetiza, expresa y aplica a la pedagogía una problemática que ha angustiado, con razón, al conmocionado siglo XX. Su educación liberadora parte de un hecho tan común en la historia como absurdo: el sufrimiento inútil de los inocentes.

Es lo que hace Adriano: al estar con las personas, prestar atención a sus malestares y ser consciente de las incoherencias e injusticias de la sociedad, intenta acompañarles y orientarles hacia una situación mejor. Al mismo tiempo reconoce, aciertos y equivocaciones, porque el trabajo educativo no es un trabajo de una máquina que trabaja el hierro o la madera a gusto del operario (2006:106). Entiende en esta perspectiva que un educador debe hablar con mayor claridad, protestar ante los responsables de la Administración, salir a la calle para defender los derechos de los marginados, ocupar las casas vacías…

Desde esta perspectiva crítica y comprometida conviene ver las aportaciones de Adriano al mundo educativo. Como Alejandro Pérez comenta en la presentación de Historias de mi barrio (1993: 7): Estos relatos esconden las vidas, muchas veces maltratadas, de muchas personas de carne y hueso y también, esconden los sueños, los enormes deseos, de quienes han luchado desde jóvenes por la vida, la dignidad de las personas, la solidaridad y la justicia. Pero no son historias exclusivamente para niños. Son cuentos, historias reales y ficticias que te asoman a otros niños, a otras personas, a otras calles, a otros barrios, a otras ciudades, donde nosotros vivimos.

Sus lecciones nos llegan también por otros caminos como las aportadas en un seminario universitario (Trescents, 1984) presentando su trabajo de calle y su visión de la acción educadora. Cuando se le preguntó cómo establecer contacto con la gente, su respuesta fue clara:

Al principio me costó muchísimo, a pesar de que había trabajado en muchos centros. Los jovencitos no se fían de los desconocidos. Para ellos una persona mayor, que no va de compras, que va de un sitio a otro, que está por los bares, o es un delincuente o un traficante de drogas o un maricón que va a contratarles o un chivato de la policía o un secreta o un perista que les compre las cosas robadas o alguien que les utiliza para robar… Entonces hay que deshacer esa imagen y hacer ver que no hay nada de todo esto. Conste que me han puesto a prueba. Esto me ha costado muchos meses… Una vez ganada la confianza, resulta posible establecer un diálogo…

No puede haber encuentro, si no se ha conseguido antes la confianza, lo más difícil de conseguir y de mantener con las personas maltratadas por la sociedad. Se entiende así que la tarea del educador de calle no resulte cómoda ni fácil, por lo que exige al educador  unas cualidades específicas como las apuntadas en este seminario dirigido a futuros educadores:

Mucha capacidad de relación, mucha comprensión para con los chicos, gran capacidad de aguante, mucho espíritu de trabajo en equipo, aceptación de las propias limitaciones (que siempre son muchas) y las limitaciones de los demás y una facilidad de cambio.

La educación social, pues, tiene en Adriano Trescents, una persona comprometida con la causa de las personas de la calle, y un gran referente pedagógico que no sólo abrió una línea de intervención socioeducativa en tiempos difíciles sino que con sus palabras y escritos nos dejó también una documentación de gran interés para la reflexión y la investigación pedagógica.

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1.- “El Educador de Calle de Barcelona. Así, en mayúsculas, porque era el único. Siempre lo podías encontrar en algunas de sus bases de operaciones (diferentes Bares del Barrio Chino), dispuesto a ayudar personalmente a los chavales que se le acercaban”.